Somatizar: ¿Puede una palabra dicha a tiempo evitar que tu cuerpo se enferme?

¿Alguna vez has sentido un nudo en el estómago antes de una conversación difícil? ¿O un dolor de cabeza después de callarte algo importante? No estás sola. Cada vez hay más evidencia —y también experiencias compartidas— que confirman algo que intuyes desde hace tiempo: lo que no dices, tu cuerpo lo grita.

Somatizar es un término de la medicina y la psicología que describe cómo ciertas emociones que no expresas o reprimes pueden transformarse en síntomas físicos. No se trata de que “todo está en tu cabeza”, como se decía antes, sino de reconocer que cuerpo, mente y emociones están profundamente conectados. Lo emocional también habita en tu cuerpo, lo atraviesa, y cuando no encuentra salida, busca una vía de escape… a veces en forma de insomnio, cansancio crónico, tensión muscular o malestares digestivos.

Pero, ¿y si una palabra a tiempo pudiera ser medicina? ¿Y si hablar —de verdad, con honestidad y presencia— fuera una forma de prevención?

Callarte lo que duele, lo que molesta o incomoda puede parecer lo más fácil en el momento. Te enseñaron a “no hacer drama”, a no enojarte, a evitar conflictos, a sonreír incluso cuando por dentro todo tiembla. Pero esa represión constante no desaparece: se guarda en algún rincón de tu cuerpo hasta que empieza a pesar.

Nombrar lo que sientes no solo libera tu mente, también cuida tu salud. Poner en palabras una emoción, una necesidad o una incomodidad puede ser el primer paso para evitar que esa energía quede atrapada. Puedes hablar con alguien de confianza, escribirlo o decirte la verdad frente al espejo… todo suma.

¿Significa esto que todo síntoma tiene origen emocional? No necesariamente. Pero muchas veces, cuando tienes un malestar recurrente sin explicación médica clara, puede valer la pena preguntarte: ¿qué no estás diciendo? ¿Qué te estás tragando por miedo, culpa o costumbre?

Cuidarte también es escucharte. Y muchas veces, lo que necesitas no es una pastilla, sino permiso. Permiso para sentir, para enojarte, para llorar, para decir “esto no me gusta”, “esto me duele”, “esto no lo quiero más”.

Porque sí: una palabra dicha a tiempo puede ser más poderosa que muchos tratamientos. Puede ser la medicina que tu cuerpo estaba esperando.

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